sábado, 7 de diciembre de 2013

Kirsch, aguardiente de cereza para todo el mercado europeo

La Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte facturó 48 millones en 2012 y durante las campañas fuertes crea más de 1.000 empleos directos 

La Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte no solo vive de la cereza, como podría pensarse. Hasta esta gran empresa, que facturó 48 millones de euros en 2012, llegan frambuesas, ciruelas, castañas, higos, aceitunas, moras, arándanos y grosellas, entre otros productos. La agrupación está formada por 16 cooperativas y da cobertura a unos 3.500 socios. «Aquí trabajan todo el año entre 50 y 60 personas, pero durante las campañas fuertes llegan a ser más de 1.000 los empleos directos que se generan», explica Juan Luis Muñoz, responsable de la destilería de la empresa.
Porque la agrupación tiene una destilería en la que se elaboran aguardientes y licores. El más conocido es el kirsch, un aguardiente de cereza artesano que se hace con picotas de categoría inferior que las que salen al mercado para consumo. Pero hay otros, como los aguardientes de pera, de ciruela y de frambuesa y licores de los mismos sabores, excepto pera, además de licor gloria y licor de zarzamora.
Para la elaboración del kirsch se sigue un proceso que dura más de un año. Las cerezas llegan a la destilería a través de unas tuberías, previo paso por una máquina en la que se les ha quitado el rabo, se han lavado y se les ha roto la pulpa. Pero conservan el hueso. Allí se depositan en los tanques de fermentación. La imagen impresiona, en una nave hay situados 40 tanques de 25.000 litros cada uno. O lo que es lo mismo, hay capacidad para un millón de kilos de cerezas.
Este paso dura 27 días, las picotas que entraron en los tanques salen convertidas en un caldo mediante fermentación espontánea. «Es amargo, ácido y áspero. Es malo en boca, pero tiene unas buenas características en nariz y 6 o 7 grados de alcohol», indica Muñoz.
Tras la fermentación llega la destilación. Este paso se realiza en los alambiques. La agrupación tiene tres alambiques de 3.000 litros cada uno. En estos recipientes se vierte, de nuevo, todo el caldo. 

La destilación lo divide en tres fracciones. «La primera de ellas son las cabezas, que tienen un porcentaje alcohólico del 70 por ciento, la segunda son las holandas, que son las que usamos para elaborar el aguardiente, y la tercera, las solas superiores con una graduación alcohólica entre el 20 y el 25 por ciento», explica Muñoz.
Las holandas pasan a unos tanques de acero inoxidable, donde estarán durante un año. La mitad de ese tiempo tendrán cerezas macerándose en su interior, lo que ayuda a que coja todo el aroma. El periodo de doce meses sirve para que el aguardiente repose, se asienten los alcoholes y su sabor quede redondo.
Al abandonar los tanques, se le añade agua, hasta rebajar su graduación alcohólica al 42 por ciento y se embotella. En este momento, el kirsch ya está listo para salir al mercado. La cadena de distribución lleva el producto hasta varios países centroeuropeos, como Francia, Suiza o Alemania.
«Una de las partes más positivas de su elaboración es que todos los desechos de cerezas que se han ido quedando en el camino, hasta llegar al kirsch, se aprovechan para algo», afirma el responsable de la destilería. Las dos fracciones restantes que salen de los alambiques se vuelven a destilar, mientras que los restos de la masa que se forma en los tanques se vende y sirve como abono o como fuente de energía. «Se hace algo similar a la biomasa», indica Muñoz.
La cifra de litros de aguardiente que se produce en la agrupación es difícil de calcular, ya que depende de la campaña cerecera. «Hay unos años que se hacen más litros y otros menos. Lo que sí es siempre igual es que de cada millón de kilos de cerezas sacamos 60.000 litros de alcohol puro», expone Muñoz. Esto no quiere decir que todo esto se convierta en aguardiente, ya que hay alcohol que se vende a granel a otras empresas y el que se queda en la agrupación es mezclado con agua para elaborar el producto final.
El resultado es un aguardiente de gran calidad. «Son más de 20 años los que llevamos haciendo kirsch y 26 campañas cereceras las que hemos trabajado. Esto nos aporta una amplia experiencia en nuestro trabajo», asegura Muñoz.
Por su parte, la elaboración de licores es diferente, ya que no existe un proceso de destilación, sino de maceración. Además, cuenta con 17 grados de alcohol.
En la agrupación también se hace mermelada de cereza, una forma de transformar un producto perecedero, como es la fruta, en uno imperecedero.

 

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